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¿Por qué una persona idealiza a otra en tanto en cuanto ésta no está a su lado?
La mente humana tiende a la perfección en su pensamiento. Solemos fantasear con momentos, objetos, personas y situaciones.
¿Qué hace el cerebro al idealizar? Básicamente, construir una imagen
perfecta de aquello en lo que pensamos. Sencillamente, si algo nos
atrae empezamos a darle una forma óptima. En nuestro pensamiento no hay
cabida para un error. Es decir, si tienes que imaginarte a una persona
explosiva no vas a imaginártela con un grano de pus en la frente. Todo
en ella debe ser perfecto, basado en tus cánones e ideales de belleza.
Si, por otro lado, te imaginas una fiesta de Nochevieja, todo es
absolutamente divertido, ligas, eres el rey o la reina de la noche y
llegas a casa impoluto/a, tal y como quedaste antes de salir de casa.
Si piensas en un nuevo trabajo que te resulta inalcanzable, pensarás
que tus compañeros son todos grandes amigos, que hacéis juntos una gran
piña, que las oficinas son megamodernas, y que no haces más que recibir
halagos por todo lo que haces.
Un cúmulo de pensamientos que provoca las llamadas expectativas.
Expectativas que, por lo general, hacen que las cosas no sean lo que
esperábamos.
Sin embargo, y aquí está la gracia del asunto, es que mientras la
expectativa prevalezca sobre la experiencia, el objeto de la
idealización seguirá siendo atractivo e irresistible. Es el caso de una
fantasía sexual, o aquella persona a la que debíamos haber besado y
acompañado a casa el día que se quedaba sola (en lugar de pensar que
seríamos más caballeros besándole en la mejilla y diciéndole buenas
noches). Pues bien, estas situaciones que se nos escapan, quedan
inmortalizadas para siempre. ¿Cómo hubiera sido? ¿Por qué no aproveché
la situación con aquella mujer? ¿Qué tal sería ese chico en la cama? ¿Y
si nos hubiéramos ido a vivir juntos? ¿Cómo serían nuestros hijos? Y
así, empiezan a hundirse las espinas en nuestro recuerdo, aquello que
no se ha materializado. Y sentimos que ocurre lo que en el proverbio
chino: ‘hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada,
la flecha lanzada y la oportunidad perdida’.
¿Por qué existe este proverbio? Suponemos que por personas que
mantuvieron idealizado su recuerdo, hasta el final de sus vidas. Por la
AUSENCIA de aquello que quisieron tener… y nunca tuvieron. ¿Serían
infinitamente felices si lo hubieran conseguido? ¿Seguirían yendo a esa
fiesta o saliendo con aquella chica del beso no dado? Con toda
probabilidad, no. Pero la idealización del momento es tan fuerte que se
ha convertido en sueño, en irrealidad, en fantasía.
Y, como hemos dicho anteriormente, es la AUSENCIA la que hace florecer
este deseo y con la que se debe jugar mínimamente para hacer que una
persona idealice y potencie nuestra imagen, hasta límites
insospechados. Porque, como hemos dicho, el cerebro formará siempre una
imagen perfecta de aquello con lo que fantaseamos. Y esto provocará esa
cruel verdad para muchos: EL AMOR SE GENERA EN LA AUSENCIA.
¿Cómo es eso? ¿No nos enamoramos de una persona estando a su lado? No.
No surge estando a su lado. No es hablando con ella, haciendo el amor
con ella, ni viajando con ella. Fijaos que empezamos a idealizar a una
persona con frases del tipo: ‘joder… qué tío/tía... madre mía… creo que
me estoy enamorando’, siempre en momentos de ausencia. Antiguamente,
esto era propio de las relaciones por carta, en las que dos amantes no
se veían en meses y anhelaban un simple escrito para idealizar a su
pareja en la distancia. Y esos amores tenían una intensidad brutal.
Actualmente, con tanta comunicación por medio, la idealización es un
recurso al que es difícil recurrir, aunque suele suceder cuando
acompañamos a una persona con la que acabamos de salir y la despedimos
en su puerta, cuando acercamos a una reciente novia al aeropuerto para
un viaje de vacaciones con su familia o, incluso, cuando estando con él
en casa, vemos cómo se levanta de la cama y se pone a hablar por
teléfono… a su bola, sin hacernos mucho caso.
Suelen ser motivos suficientes para enamorarnos, matizados por pequeños
gestos o comentarios que se dan en ese momento, y que duran en nuestra
cabeza quizás para siempre.
Yendo aún más lejos, y tocando algo tristemente habitual, la
idealización se da cuando todo va bien y una persona dice: ‘no creo que
tengamos que seguir, creo que me estoy equivocando’. El miedo de no
tener a esa persona, de perderla en ese instante, provoca que el
cerebro se autobombardee con pensamientos del tipo: ‘no, no puede
pasarme esto, este tío/tía es genial, es lo mejor, si me deja me muero,
pero cómo me puede pasar esto otra vez, no, no, ¡no!, esto no puede
suceder ahora, ¡quiero que ella/él esté a mi lado!’ Y ya puede ser esa
persona poco agraciada, que como sepa generar ausencia en la otra,
mínimamente dependiente de una relación, la idealizará al 100 por
cien...
... y la persona que genera la ausencia lo conseguirá al 100 por cien.
Pablo Neruda decía en sus versos: ‘Me gusta cuando callas, porque estás
como ausente’. Es la ausencia la que atrae. Es como un salvapantallas:
cuando la relación pasa a inactiva, salta el ‘salvapantallas’ de la
idealización y nuestra cabeza comienza a atribuirle todo lo positivo
que seamos capaces de imaginar. A fin de cuentas, ¡nadie nos puede
decir lo contrario! Es decir, si nos imaginamos que esa persona es
capaz de conquistar a cientos de hombres o mujeres por su belleza y
empezamos a fantasear con ello hasta llegar a lo negativo, la relación
llegará a romperse y nosotros nos quedaremos con todas esas historias
en la cabeza, siendo muy seguramente el 90 por ciento de ellas falsas,
pero el daño que nos hace pensarlas tiene este cariz debido a nuestra
evidente falta de autoestima, por haber idealizado a una persona, por
sentirnos pequeños a su lado.
Idealizar es sentir que aquello a lo que empezamos a amar es perfecto, incluso más que nosotros mismos.
¿Formas de evitar la idealización en la ausencia? Queriéndonos más a
nosotros mismos, teniendo una autoestima fuerte. ¿Que ella es guapa? Si
nosotros nos queremos sabremos que es un atributo físico, sin mucha
importancia, y que pasearnos con tal ‘monumento’ no nos va a reportar
nada. ¿Admiración de la gente? Bueno… consideramos más importante valer
por lo que uno es que por lo que tiene.
Si es que se puede ‘tener’ a una persona…
Y así, a empareja2.es llegan personas que habían idealizado tanto a su
ex, tenían el cerebro tan programado únicamente para ensalzar sus
virtudes, su pelo, sus ojos, su boca, sus pechos, su culo, que lo único
que consiguieron era ver a su ex por todos lados. En el metro, en una
agencia de viajes, en una discoteca, en una parada de autobús, en la
cola para sacar dinero del cajero. En decenas de ocasiones incluso se
adelantaban varios pasos corriendo por la calle, para mirarle a la cara
y ver si era esa persona de la que se enamoraron. O cruzaban la acera
por ver a una persona que, objetivamente, no se parecía a su ex, pero
en su cabeza era el vivo retrato.
Si bien es cierto que un poco de ausencia es buena para enganchar a
otra persona, la ausencia de autoestima aderezada con mucha ausencia
provocan relaciones fallidas que quedan como objetivos platónicos que,
muy probablemente, jamás se conseguirán.
¿Cuál es la forma de saldar una idealización exacerbada? Vivir. Vivir
mucho. Darse cuenta de que si una persona que consideramos 'guapa' nos
quiso no era más que una persona, independientemente de la puntuación
que le pusimos. Y si fuimos atractivos para una persona, lo seremos
para otra y para otras. Y teniendo experiencias con ellas, llegaremos a
donde debemos llegar, a darnos cuenta de que las mujeres y los hombres
no son más que personas, no dioses o diosas del Olimpo, y que perseguir
imágenes es más propio de gente anclada en el aburrimiento y en el
pasado, que no son capaces de vivir cosas nuevas en el presente.
MMM QUE ESTABA HACIENDO???
A YA ESTABA ACTUALIZANDO MI BLOG JEJEJE
FUSILANDOME COSAS